De la parte en sombras del luminoso Renacimiento italiano, recuperamos un estallido de erotismo explícito y —según se mire— molesto hasta el insulto: es el Pietro Aretino (1492-1556) maestro del pasquín, la intriga palaciega y el exhibicionismo, el que mueve su pluma entre el libelo y una ambigua defensa de la libertad absoluta. Aretino, consciente de su poder personal, rindió a sus pies a papas y a emperadores y acabó fomentando una leyenda de poder y malditismo. Alejándonos en lo posible de cualquier interpretación tendenciosa, reproducimos completo el único ejemplar del siglo XVI de la editio princeps de los Sonetos sobre los «XVI modos». El trabajo de análisis, anotación y traducción de los textos llevado a cabo por el profesor Pablo Luis Ávila, poeta, pintor y catedrático de lengua y literatura españolas en la Università degli Studi di Torino, nos permite finalmente fruir en España de toda la complejidad literaria original de esta obra. Y la edición se completa con el texto inédito de José Saramago: La Imagen y la Palabra.
Al glosar en sonetos los polémicos grabados de su amigo Marcantonio Raimondi, Aretino sobrepasó la mera amplificación verbal de las «dieciséis posturas» dibujadas para dar de lleno en otras obsesiones igualmente íntimas. En el Aretino de esta obra, joven y profundamente agresivo con la corte pontificia, encontramos en germen casi todos los temas que marcan el resto de su escritura, desde el obvio erotismo desinhibido hasta la feroz crítica al enjambre de poetas e intelectuales mediocres y serviles con el poder. La inteligencia humanista de Aretino se muestra bien clara aquí al aprovecharse tan temprano de la poderosa simbiosis de imagen y palabra que multiplicaba la imprenta; mientras, su espíritu anticlásico irrumpe al esgrimir sin miedo el espejo carnavalesco de la explicitud.
Todavía lejos del momento en que hasta el mismísimo Francisco I le haya de obsequiar con una cadena de oro, aquí, hacia 1525, le vemos huyendo de Roma y evitando por poco ser asesinado. Siempre al amparo de protectores que le acogen a partes iguales por respeto y temor, la existencia de Aretino corrió por el filo de una daga. Escrupulosamente bien informado, sus verdades incomodan y su influencia, derivada de su capacidad para manipular la opinión, asusta: consiguió así vivir de su pluma y ser uno de los primeros escritores profesionales modernos. |